¿por qué no contesta todas nuestras peticiones?
Si Dios es bueno, ¿por qué no contesta todas nuestras peticiones?
Esta es una pregunta honesta, profunda y más común de lo que pensamos. Todos, en algún momento, hemos pedido algo a Dios con lágrimas, con urgencia, con fe… y aun así la respuesta no llegó como esperábamos. Entonces surgen estas dudas:
¿Dios no me escucha? ¿Será que no es bueno? ¿Será que no existe? ¿O estaremos orando mal?
Antes de sacar conclusiones apresuradas, necesitamos volver a lo que la Biblia enseña sobre Dios, su carácter y su soberanía.
Dios es soberano, no nuestro genio personal
Jesús dijo:
“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre lo permita”. — Mateo 10:29
Si Dios cuida detalles tan pequeños, ¿cómo no va a estar enterado de lo que nos pasa?
El punto es que a veces, aunque nos cueste admitirlo, tratamos a Dios como si fuera un genio de lámpara: “Señor, concédeme lo que quiero porque lo quiero y lo necesito”.
Pero la Biblia jamás presenta a Dios así.
Él es Rey, Señor, Dueño de todo.
Nosotros somos los que debemos alinearnos a su voluntad… no al revés.
Cada oración respondida a nuestro favor es pura gracia, no obligación.
Y para recibirla con madurez, se necesita humildad.
¿Por qué muchos cuestionan la bondad de Dios?
La mayoría de quienes reclaman “Dios no me contestó” están atravesando dolor real.
Perdieron a alguien, sufren una enfermedad, una traición, una crisis profunda… y clamaron a Dios por alivio.
Y al no recibirlo, concluyen que Él no es bueno o no existe.
Pero eso no es lo que la Biblia promete.
Jesús dijo claramente:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. — Juan 16:33
Dios nunca prometió ausencia de sufrimiento, pero sí prometió presencia en medio del sufrimiento:
“Yo estaré con ustedes todos los días”. — Mateo 28:20
Incluso Jesús mismo recibió un “no” del Padre:
“Padre, si es posible, pase de mí esta copa… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. — Mateo 26:39
Si Jesús, siendo perfecto, recibió un “no”, ¿por qué nosotros pensaríamos que siempre debe ser “sí”?
Cuando Dios dice “no”, igual está obrando
Romanos 8:28–29 nos revela algo clave:
“Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien…
porque nos está moldeando a la imagen de su Hijo”.
Entonces, ¿por qué a veces Dios no concede lo que pedimos?
Porque Él tiene un propósito más grande: transformarnos.
Nosotros pedimos alivio.
Dios apunta a nuestro crecimiento.
Nosotros vemos el presente.
Dios ve la eternidad.
Errores comunes al entender la oración
1. Ver a Dios como una tienda espiritual
“Pido algo, ofrezco mi devoción, Él me lo da.”
No. Dios no se compra. La oración no es moneda de intercambio.
2. Pensar que el silencio de Dios es ausencia
El silencio de Dios no significa abandono.
Muchas veces significa: “Eso no es lo que necesitás ahora.”
3. Querer respuestas inmediatas
Estamos formateados por un mundo instantáneo.
Pero Dios obra por procesos, no por impulsos.
4. Compararnos con los testimonios de otros
Lo que Dios hizo con otro no es patrón de lo que debe hacer conmigo.
Cada vida tiene un proceso distinto.
5. Influencia de la teología de la prosperidad
Algunos creen que si declaran más fuerte, o tienen “más fe”, Dios está obligado a responder.
Eso es falso.
Nadie controla a Dios.
El único que habla y crea es Él, no nosotros.
¿Para qué oramos entonces?
No para dar una “lista de compras”.
Oramos para:
-
Conectar con Dios.
-
Adorar su grandeza.
-
Alinear nuestro corazón con su voluntad.
-
Ser transformados mientras le abrimos el alma.
La oración no cambia a Dios; nos cambia a nosotros.
Cuando entendemos esto, orar deja de ser una carga y se convierte en un privilegio.
Dios tiene buenas razones… siempre
La verdadera “bomba teológica” es esta:
Dios siempre tiene buenas razones para lo que hace y para lo que no hace.
Nuestra tarea no es exigirle, sino confiar y rendir nuestra voluntad como hizo Jesús.
“Su voluntad es buena, agradable y perfecta.” — Romanos 12:2
Cuando oramos, debemos hacerlo con gratitud, incluso si la respuesta no coincide con lo que pedimos, sabiendo que:
-
Sus pensamientos son más altos que los nuestros.
-
Él ve lo que nosotros no vemos.
-
Sus caminos siempre terminan siendo mejores.
Aprendamos la humildad del propio Jesús, que se sometió a la voluntad del Padre aun cuando eso significó la cruz.
Dios no deja de ser bueno porque no responde como queremos.
Dios sigue siendo bueno, sabio y soberano.
El desafío es rendir nuestros deseos, confiar en su proceso y creer que, aunque no entendamos ahora, un día veremos que Él siempre hizo lo mejor.